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Los medicamentos no sólo actúan de acuerdo a sus componentes, sino también según las características particulares de la persona que los ingiere: si alguien está recién operado, por ejemplo, una simple aspirina puede ocasionarle una hemorragia, por sus propiedades anticoagulantes. Y si se toma a diario puede causar úlcera. En niños menores de 15 años, el mismo medicamento puede provocar un trastorno neurológico potencialmente grave llamado Síndrome de Reye.
Los fármacos pueden tener efectos colaterales: aunque sirvan para curar la enfermedad para la cual se administran, algunos fármacos tienen efectos colaterales esperables, como sequedad en la boca o insomnio, que deben ser informados al paciente antes de recetarse.
Independientemente de la dosis, y aunque no ocurra en todas las personas, los medicamentos pueden tener efectos adversos o indeseados: los corticoesteroides, por ejemplo, pueden originar úlcera péptica secundaria; los estrógenos, náuseas, cefalea y mareos; la eritromicina, dolor de estómago y diarrea; antibióticos como la amoxicilina, erupciones cutáneas e incluso shock anafiláctico, que pone en peligro la vida del paciente; y la dipirona usada como analgésico, puede ocasionar problemas en la médula ósea e interferir en la producción de células sanguíneas. El médico debe verificar en qué situación los beneficios de un medicamento son mayores que sus riesgos potenciales.
Algunos fármacos pueden provocar adicción: las benzodiacepinas, que inhiben el sistema nervioso central, o los antitusivos con codeína pueden originar cuadros adictivos sin que la persona se percate: su uso debe ser estrictamente vigilado por el médico.
Al aliviar los síntomas, algunos medicamentos dificultan el diagnóstico: entre ellos, los antipiréticos (que bajan la fiebre), los antieméticos (que impiden el vómito) o los antiespasmódicos (que alivian los dolores abdominales). Al disminuir la motilidad intestinal, estos últimos, además, bloquean la eliminación del agente patógeno. No los administre sin preguntar al médico.
Algunos fármacos pueden provocar intoxicación por sobredosis: según la cantidad ingerida, las benzodiacepinas, por ejemplo, pueden causar desde somnolencia hasta paro respiratorio. En exceso, los antidepresivos ocasionan intoxicaciones graves con alteración del ritmo cardiaco y convulsiones, mientras que los antiinflamatorios pueden causar molestias gástricas y falla renal. La intoxicación por paracetamol es un cuadro grave que puede llevar a la falla hepática: los adultos se intoxican con más de 7,5 gramos al día (15 comprimidos de 500 mg), y los niños, con más de 150 mg por kilo. Por ello, es el pediatra quien debe indicar la dosis según el peso del paciente.
Si se administran dosis inferiores a las requeridas, los medicamentos no logran el efecto deseado: ello es especialmente cierto en el caso de los niños, pues las madres tienden a administrar los fármacos en función de la edad y no del peso de sus hijos, o bien acostumbran seguir las indicaciones del envase sin conocer el peso del niño. Mantenga un riguroso cuaderno de control sano, en el cual figura el peso actualizado del menor. Allí anote, luego de preguntarle al pediatra, los medicamentos que se le pueden dar al niño para las enfermedades más frecuentes. Aun así, deberá consultar si los síntomas no ceden en el plazo indicado por el médico.
Algunos fármacos producen resistencia: si se administran en forma incorrecta y sin consultar al médico, algunos fármacos fortalecen los agentes infecciosos en vez de debilitarlos. Es el caso de los antibióticos, que por ello sólo se venden con receta: al tomarlos, siga estrictamente las instrucciones del especialista, no se salte dosis y complete el tratamiento aunque ya se sienta mejor.
Algunos medicamentos tienen efecto de rebote: al tomarlos sin que sean recetados por el médico, generan una respuesta cada vez peor. Es el caso de los antijaquecosos con ergotamina, por ejemplo, que pueden aumentar el dolor en vez de disminuirlo. Lo mismo puede ocurrir en casos de psoriasis al usar cremas y ungüentos elaborados con corticoide (dato que no siempre aparece en la rotulación).
Numerosos medicamentos interactúan entre sí, provocando efectos negativos: los descongestionantes con pseudoefedrina, por ejemplo, disminuyen el efecto de los medicamentos utilizados para tratar la presión alta; y la aspirina interactúa negativamente con algunos medicamentos contra la diabetes, como la insulina, aumentando su efecto.
Tomado de www.clinicalascondes.cl
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